El Diario Diario de la Peste

DD de la P - Día 1:
Hoy toda la familia ha comprendido, por fin, que nos tenemos que encerrar en casa. Alejar a los viejitos de los niños y a los niños de la calle será lo más difícil. Y poner a prueba nuestra pareja… Ni te cuento.
Como la casa es grande, con patio y jardín, tenemos viviendo con nosotros a mi bisabuela, mi abuelo paterno y mi abuela materna, mis cuñados y los cinco hijos que juntamos entre todos. No está mal. Seis kilos de pan diarios. Menos mal que todos colaboran, cada uno en su medida. Luego os hablaré de los animales propiamente dichos, que también tenemos.
La casa era una antigua masía o casa de campo que fue absorbida por la ciudad pero aun así conservó un trocito de terreno. Mis bisabuelos fueron vendiendo pedacitos, como si se fueran cortando trocitos de cuerpo para alimentar a una tribu de bancos antropófagos… Les ofrecían un dedo y ellos se apropiaban de un brazo. En sentido figurado, se entiende… Por eso vender cada trocito de terreno les resultaba tan difícil pero, así, poco a poco, de la pequeña extensión cultivable que tenían mis bisabuelos, fue quedando una casa grande y antigua con jardincito y el patio de atrás. Y alrededor nuestro, edificios de siete, catorce y dieciséis pisos. No sé para qué sirve tener un jardín si no da le sol. Solo da en el patio, a algunas horas, y todas las plantas están allí, con lugar para poner una o dos sillas y una mesita de teléfono antigua (¿Sabíais, niños, que antes había “mesitas de teléfono”, los teléfonos estaban encadenados a la pared de manera constante, como si se estuvieran recargando todo el rato, y hablábamos de pie o en un banquito a su lado?)
En fin. Que comenzamos el encierro con expectativas altas de buena convivencia, ideando cosas para que los niños puedan hacer y confiando mucho en un libro de mi abuela que se titulaba “Cómo divertirse en un día de lluvia” y que te enseñaba a hacer collares con pasta para sopa.
Está claro que, para nuestros tres baños, hemos necesitado una compra generosa… Mis intentos de explicar que hay que usar el bidé han sido clamorosamente abucheados y censurados por los mayores y –cosa extraña, por los adultos jóvenes. Mi cuñada Ana, mujer del hermano de mi esposa, “Ratón” (le llaman así desde pequeñito por sus dientes a lo Luis Suárez) insiste en que no hay que incentivar los tocamientos secretos de los niños, que bastante ya se tocarán ellos solos. Me escandalizo ante la idea de que pueda vincularse la higiene en el bidet con placeres ocultos, pero mi cuñadAna me mira con cara de decir “no te enteras de nada” y se calla, muy digna y guardadora de secretos inconfesables.
Por consiguiente, ya me tienes a mí yendo a desafiar las iras populares para buscar papel higiénico para un mes…
En el súper, la gente me increpó duramente, pero cuando supieron de mi situación familiar, se deshicieron en consuelos y hasta me dejaron pasar primero en la cola de caja.
He pensado en hacer este Diario-diario para tenerlos informados de lo que nos pasa en esta nuestra nave espacial llamada “la familia en casa”.
Hasta mañana, que tengo que tender la ropa, que mi señora prepara camas para todos los nuevos, que mi bisabuela me llama y no sé qué quiere y que los niños están descubriendo una babosa en el jardín mientras mi hermana les grita que no se la coman…

Sergio Dantí