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ALFONSO AMAT, DE VILLASSAR DE MAR A MONTE GRANDE. JOAQUíN (SU NIETO), DE MONTE GRANDE A BARCELONA
2006-11-14
Sección ARGENTALANES

Alfonso Amat, de Villassar de Mar a Monte Grande. Joaquín Amat (su nieto), de Monte Grande a Barcelona

Cristina Ambrosini cristinaambrosini@yahoo.com.ar
Web de Cristina Ambrosini epicureanos.blogspot.com/


Ya advertimos en notas anteriores sobre la importancia de los catalanes en la constitución de nuestro país desde la época del virreynato. Debemos advertir ahora que tal importancia no cedió terreno en épocas posteriores ya que los vínculos de fraternidad y colaboración fueron ininterrumpidos entre ambas comunidades aunque se hicieron más importantes en la época en que la tragedia de la guerra civil se ensañó con Catalunya provocando el éxodo de los que buscaban una tierra de paz para ejercer su industria, su oficio, su talento. A mediados de los años ´30, la laboriosidad y el ingenio catalán encontraron en nuestra tierra un terreno fértil donde expandirse y así nació una parte importante de la industria textil en Argentina. Para mostrar esta presencia de los catalanes en la industria textil argentina elegimos el doloroso caso de AMAT de Monte Grande.

En 1936 Monte Grande, localidad situada al sur del Gran Buenos Aires, era una ciudad residencial ocupada mayoritariamente por gente de clase media. El pequeño casco urbano se encontraba entonces rodeado de quintas prolijamente parquizadas, cercadas por ligustros. Existían en la época estrictas reglas de edificación que prohibían la construcción de casas precarias y los vecinos disfrutaban de la tranquila vida pueblerina propia de los suburbios semirurales donde todos se conocían y la vida social era animada. La elección de este lugar para instalar una fábrica textil no parecía la más acertada. A pesar de ello, el recientemente inmigrado Alfonso Amat Murtra decidió que este pueblo de la provincia de Buenos Aires sería en adelante su nueva patria y allí fundó una de las empresas textiles más importantes del país, empresa que contribuyó a transformar el pueblo de Monte Grande en un importante centro comercial e industrial de la zona sur. Según censos oficiales, en 1931 los guarismos determinaron un total de 6.482 habitantes, en 1947 el censo arrojó 19.068 habitantes alcanzando en 1960 a 69.730. Entre los factores que determinaron el considerable aumento podemos señalar la obra emprendedora de personas que, como Amat, creyeron en nuestra sociedad y apostaron al progreso.

En el año en que se desató la guerra civil española (1936-1939), igual que muchos otros catalanes, el industrial textil Alfonso Amat decidió trasladarse a la Argentina desde la pequeña ciudad catalana Villassar de Mar, cercana a Barcelona, donde tenía instalada su fábrica y ya había sido Presidente de la Federación Textil de Catalunya. El 19 de diciembre de 1937 se presentó el señor Alfonso Amat en la Municipalidad con la intención de pedir autorización para instalar en el partido una fábrica textil en los rubros de hilandería, tejeduría, blanqueos, tintas y demás afines, en representación de la Sociedad Amat y Cía, según consta en el libro de Actas Nº V del Honorable Consejo Deliberante del Partido de Esteban Echeverría. Así nació en Monte Grande la fábrica textil AMAT, fundada en 1938. Si bien AMAT no fue la primera empresa industrial de la zona puesto que ya funcionaban fábricas como Camarieri, el Frigorífico Monte Grande, Armanino, Sintex y Faraón, fue la primera empresa textil. En 1938 la fábrica empezó a funcionar en los primeros 1.488 metros cuadrados edificados en una sola nave donde empezaron a marchar unos veinte telares antiguos. El frente de la fábrica, de claras reminiscencias clásicas, se terminó de construir en el año 1950. Ubicada lejos del ferrocarril y del centro urbano, sobre la antigua Avenida Uriburu, su producción era transportada a Capital Federal por los camiones de la Empresa Andreu, propiedad de otro catalán quien también llegó a consolidar una sólida posición económica junto a su compatriota textil. En los años siguientes, los obreros de la fábrica, habitantes de Monte Grande, Ezeiza, Llavallol o Guillón formaron una gran familia con el señor Amat quien recorría sus instalaciones vestido de obrero. Desde la creación de la fábrica y antes de que fuera obligatorio, la jornada laboral fue de ocho horas y solamente accedía a cumplir horas extras aquel que necesitara reforzar el sueldo para cumplir con el pago de un terreno o un crédito personal otorgado por la propia fábrica. Existía un plan de salud para los operarios y sus familiares, colonia de vacaciones para los niños y guardería infantil para los hijos de las obreras. La fábrica regularmente donaba tela de sábanas para el hospital y financió la creación de la Escuela Técnica Nº 1 de Llavallol junto al Directorio de la Empresa Firestone a la vez que entregaba donaciones en telas u otras mercaderías al cotolengo de Don Orione y a distintas escuelas de la zona. Los pedidos de donaciones eran supervisados por la esposa del Sr. Amat quien concurría a la fábrica para supervisar personalmente todas las tareas de asistencialismo social. Cabe señalar que la fábrica contaba con talleres de confección en diversos puntos del partido lo que representaba una fuente de trabajo externo a la planta textil. En 1967 AMAT asume la dirección de RETEX, una empresa dedicada a la fabricación de maquinaria textil y repuestos para las máquinas. Al cabo de cinco décadas de progreso, en 1988 los directivos editaron un folleto a todo color, redactado en inglés y castellano para festejar sus 50 años de vida. La marca FIESTA era reconocida por su calidad en el exterior. Un año antes, en 1987 había ganado una Medalla de Oro en las Exposiciones textiles de Madrid. El lema triunfalista adoptado fue:

“AMAT, de tejeduría a planta industrial exportadora; Monte Grande, de pueblo rural a ciudad floreciente”

En los años 90 comenzó otra tragedia. Esta vez no fue una guerra civil pero sus efectos fueron igualmente letales, también para la industria textil nacional. En 1993, como consecuencia de la apertura irrestricta de importaciones, AMAT adopta una política de “gerenciamiento de las restricciones”. En 1995 se decreta la primera quiebra. En el mes de julio de ese año, ante la Cámara de Apelaciones, se consigue el levantamiento de la quiebra y la devolución de las instalaciones, amparándose en la Ley de Quiebras 24.522. Entre diciembre de 1995 y enero de 1996 la fábrica vuelve a funcionar con 100 obreros en la sección de hilandería. En 1996 fallece Alfonso Amat Puig, presidente de la empresa, la que queda a cargo de Joaquín Amat, nieto del fundador, quien debe afrontar una segunda quiebra. La deuda se salda pero la fábrica vuelve a cerrar. En junio de 1996 reabre con 62 obreros trabajando en hilandería, tejeduría, confecciones y tienda hasta que llega un nuevo pedido de quiebra. Joaquín Amat no quiso darse por vencido.
Como su abuelo, Joaquín Amat apostó a la esperanza pero esta vez el país le jugó en contra. En un caso único, el dueño de la fábrica se asoció al delegado de los obreros y formaron una cooperativa, luego de lo cual tomaron pacíficamente la fábrica y pusieron a trabajar algunas máquinas. Todos ganaban 500 pesos y destinaron el primer aguinaldo para comprar algodón. Trabajaban seis horas diarias para permitir el ingreso de más compañeros. Hicieron acuerdos con pequeños productores algodoneros del Chaco para conseguir el algodón a mejor precio, acordaron con indios tobas para el diseño de las telas y hasta cultivaron una huerta orgánica para alimentar a 200 personas. Se habilitó una farmacia gratuita abastecida con muestras gratis conseguidas en los laboratorios ya que no contaban con obra social y se organizaron en el predio espectáculos de “doma de potro” para reforzar los ingresos.
“Si hubiéramos podido aguantar uno o dos años más, AMAT de Monte Grande seguiría funcionando” dice, resignado y con dolor, Joaquín Amat. Continúa diciendo “Pasó el tiempo y pudimos ver que era algo que nos estaba pasando a todos. Que había una política que nos destruyó desde adentro. Primero nos convencieron de que todo lo que habíamos hecho, lo que habían hecho nuestros viejos, lo que habíamos construido, estaba mal, que nosotros éramos los responsables por no adaptarnos. Ahora vemos que eso fue una política que empieza con Martínez de Hoz. Una política que siguió después, y que, más allá de los presidentes, de los partidos, se mantuvo coherente y finalmente culminó en la década del ’90 con la transferencia de la industria nacional a los grandes grupos económicos y en algunos casos, la destrucción”.
En un reportaje, Joaquín Amat contesta
–¿Si aguantaban un poco más hubieran podido sobrevivir?
–Totalmente. Si en el peor de los casos le hubiéramos puesto una lona y hoy la hubiéramos podido reabrir, AMAT podría estar facturando mucho más de lo que dijo el INTI. Seríamos la empresa número uno, porque desapareció todo, ya ni siquiera está Alpargatas, Grafa.
–¿Cuando terminó ese proyecto se vinculó al movimiento de empresas recuperadas?
–Después de mucho tiempo. Cuando uno juega sin red, a ganar o perder, no hay plan B ni C ni nada. Además, yo estaba en el lugar de hijo de dueño o nieto de fundadores. De alguna manera, al formar la cooperativa con los trabajadores me transformé en una especie de oveja negra en todo ese mundo, que incluso lo pudo haber mirado como una traición. Asociarse con los obreros era un antecedente para otros que podrían haber hecho eso en vez de cerrar sus fábricas. Y eso para cierto mundo de la industria, del sector empresario, era muy fuerte y nunca me lo perdonó, y yo tampoco pido que me lo perdonen, yo sigo en la misma y hablando desde dentro.
–¿Después de cuánto tiempo volvió a relacionarse?
–Cuando cerró la fábrica, yo quedé muy mal, tuve un accidente muy sospechoso, y allí mis hijos me pidieron que parara. Me fui a España, a Barcelona, una parte de mi familia vive allá. Me fui, como muchos, pensando que acá no había futuro y que tal vez, afuera podía ser distinto. Fue muy duro. Tuve que bajar expectativas a lo loco para conseguir trabajo. Hice de todo. Me di cuenta de que mi lugar estaba acá. Creo que la experiencia que viví allá es la de la mayoría de los que se fueron. Fue durísimo. Me di cuenta que quería volver. Empecé a ver Argentina desde allá.
–¿Pero el regreso ya no fue como empresario?
–Cuando llegué me acordé que era arquitecto y decidí hacer lo más loco que se me ocurriera. Total estaba tan mal que peor era difícil. Era un proyecto que yo tenía desde hace 20 años. Un cubo, un espacio de comunicación. No es casual porque a mí me hundió la incomunicación, el aislamiento. Es un cubo de espejos que se puede comunicar con otros cubos de espejos por Internet. Antes había trabajado mucho en video. El primer cubo lo presenté en el Centro Cultural Recoleta en 1987. En este momento el cubo está instalado en el IMPA, es un cubo de espejos de tres metros por tres. Desde España empecé a interesarme por lo que estaba haciendo el movimiento de empresas recuperadas y empiezo a pensar en la forma de vincularme. Sin embargo, me relacioné con ellos a partir del cubo.
–De alguna manera se juntaron dos aspectos importantes de su vida, la experiencia de la fábrica en crisis y la expresión artística.
–El primer año estuve muy metido con el cubo. Ahora estoy reflexionando mucho sobre nuestra experiencia. Lo que tenemos en común con el IMPA es la lucha. La lucha aglutina, unifica. Esa fue la primera etapa de IMPA y fue la etapa a la que llegó AMAT. Después vino otra por la que está pasando IMPA y otras fábricas recuperadas. Después vino la gestión. Nosotros tuvimos gestión, pero en medio de la lucha. Me refiero a una gestión más estable. Esa etapa en estos años fue beneficiada por el cambio de política económica. Ahora viene una tercera etapa, que es que estas experiencias que se consolidaron, que ya tienen un tiempo de gestión, tienen que empezar a pensar en el modelo de organización que asumirán, porque si no, no van a dejar de ser anécdotas, quijotadas. Son todas experiencias que deben ser estudiadas en particular. Están en un proceso abierto. Si el Gobierno no lo entiende se puede abortar un proceso que ya costó mucho esfuerzo y dinero, por impuestos que no se pagaron y ayudas. Hay una inversión que tiene que seguir. Y en este momento, uno de los temas clave es el reequipamiento. Si las fábricas recuperadas no tienen acceso al crédito, si no tienen algún tipo de subsidios, como lo tienen por otra parte las grandes corporaciones, se pueden frustrar.

Finalmente, para quienes no conocen esta historia, AMAT fue vendida a la Empresa COTO por 3.000.000 de dólares cuando su valor real rondaba los 15.000.000. Algunos de los habitantes de Monte Grande que fueron empleados de AMAT se resisten a entrar al Supermercado que funciona ahora en el lugar. Mirar el techo es ver el de la hilandería donde tanta gente ganaba honradamente el sueldo que le permitió tener una casa, pagar la cuota de su auto y educar dignamente a sus hijos en un país donde el trabajo era un valor custodiado por todos.

Fuentes consultadas: “Transformación social y urbana de Monte Grande a partir de la Textil AMAT”, trabajo de investigación inédito entregado en julio de 2003 como Informe final de la materia Antropología cultural en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Autores: Juan Astur Hairabedian, Claudia Andrea García, María Teresa Rius y Graciela Salvatierra.
Anibal Cichero Pitré, Monte Grande en mis recuerdos y vivencias, Monte Grande, 1972
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/sociedad/3-47858-2005-02-28.html


Web de Cristina Ambrosini
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