SÍ, SOY INMIGRANTE Y A MUCHA HONRA.

Cada vez que participo en alguna reunión sobre el tema de la inmigración, alguien dice que le molesta que le digan “inmigrante”.
O algún nativo, que con el habitual paternalismo europeo, me dice: hombre, ¡tú ya no eres inmigrante!

Yo, soy inmigrante, 28 años después de llegar a Barcelona.
Y esta condición es mía. Ninguna persona puede decirme lo que soy.
¿Vayamos al origen, qué soy yo, además de inmigrante?

En primer lugar, Argentino hasta la muerte. Me parieron en la Argentina, pero podría ser de los que dicen: soy ciudadano del mundo…. Pero no. Me gusta ser argentino, aunque esto suponga algún grado de masoquismo. Es mi identidad original, elegí continuar y aumentar mi argentinidad.

Una argentinidad selectiva, soy de Gardel y San Martín, de la Patagonia Rebelde y de Leon Gieco y Piazzola, de las Madres y las Abuelas, de Les Luthiers y Rosas derrotando al imperialismo, de nuestras Malvinas, etc.
Luego, mi segunda identidad, ya es mía al cien por cien, porque es el resultado de una decisión personal.

Soy inmigrante, y como digo en el título: lo soy con orgullo. Yo decidí migrar, junto con la madre de mis primeros hijos. Una decisión que podría no haber tomado, pero no me arrepiento nada.
Mi proyecto migratorio a Catalunya (sabía perfectamente a donde venía) ha resultado un éxito. Como inmigrante, he conseguido el objetivo fijado en el momento que lo decidimos. Cuando una de las tantas crisis de Argentina, con la hiperinflación de 1989 enriqueciendo a los ricos, especialmente extranjeros y empobreciendo a los pobres y medio pobres.
Estoy muy orgulloso de mi condición de inmigrante. Una identidad que mis tres hijos también tienen.

Los dos mayores, llegados aquí con menos de año y medio y dos meses.
Incluso mi hija, nacida aquí hacen más de diez años, hija de madre cordobesa, educada en la escuela catalana, habla catalán y argentino, incluso con acento cordooobés si está en contacto con alguna persona de su familia de argentina.
Y voy a morir siendo inmigrante.
¿QUE TIENE DE MALO SER INMIGRANTE?
Creo que quienes pretenden decidir que no sea lo que yo elegí ser, parten de la premisa que ser inmigrante es malo, denigrante, ser un marginado.
Esta forma de definir la cuestión, es real. Cada día somos denigrados, maltratados, marginados, expulsados, encarcelados.
Pero esto lo hacen ustedes, los nativos, aunque no la mayoría de los nativos europeos pero, sí sus instituciones y la mayoría de los políticos, no todos, por suerte.
El grueso de la población es solidaria con nosotros, como pasa con los refugiados, como pasó en un avión en que intentaron expulsar a un senegalés, aunque luego lo consiguieron.

Un migrante es una persona muy valiente, digna, que se arriesga, incluso a perder la vida o acabar en un infierno de quienes trafican con personas o en la crueldad de la Ley de Extranjería española.
NO confundir con los extranjeros que vienen a invertir. Porque el color de los billetes, disimula eficazmente el color de la piel.
LOS PROPIOS COMPAÑEROS/AS…
Lo más triste son aquellas personas migrantes, que se avergüenzan de su condición.
Nuestros derechos, los estamos consiguiendo, y estas reivindicaciones, no tienen que ver con nuestra condición de migrantes, sino con la injusticia de los estados y las personas racistas, las que son agresivas y las del racismo de baja intensidad y desprecio permanente.

Por lo tanto, creo más digno, aceptar y por tanto, asumir que ser un migrante es una cualidad, una decisión vital que nos debe enorgullecer.
Por cierto, para mí, el mayor y positivo resultado de la migración es ser también catalán.
Argentino, inmigrante y catalán.
Diego Arcos
Barcelona, Julio de 2017.